Recuerdo, mis años mozos en la noble profesión de la venta, cuando alguno de mis formadores nos decía a toda la clase: “la venta empieza cuando el cliente dice no”. Frase mítica en las escuelas de negocio de la época.
Y aquella frase nos motivaba, nos hacia superarnos y, después de oírla el viernes por la tarde o el sábado por la mañana, salías el lunes a comerte a quien se pusiera por delante.
Con los años, empecé a discriminar, a tener mi propio criterio, a decir “ahora toca no rendirse”, “ahora no vale la pena insistir más”.
He llegado al convencimiento, llevado a la práctica que, si mi mercado es enorme y no me lo voy a acabar en la vida, quien me diga que no, puede estar tranquilo/a, no va a saber de mí el resto de su vida.
En contrapartida, si mi mercado es minúsculo, que se prepare quien ose decirme que no, porque va a acabar soñando conmigo.
Quienes hoy son mis alumnos/as, llegados a éste punto, me preguntan “profe, y hasta cuándo se puede insistir”. Entonces los miro condescendientemente y, arrastrando las sílabas, les digo “hasta que me compre, o me mande a a mierda”.
Lo siento, es mi estilo, hablo el lenguaje de la calle y utilizo palabras que cuando se las oímos a un/a famoso/a, reímos y decimos “no tiene pelos en la lengua”, si las dice un anónimo como yo y más en público y encima en una clase, “uff, qué nivel más penoso”.
Sin ser yo muy dado a frases motivacionales, me viene a la memoria una atribuida a Jack Ma, el fundador del gigante asiático Alibaba: “no se fracasa al perder, sino cuando dejas de intentarlo”. Frase que, con toda la humildad del mundo, comparto al 100%.
Después de la primera pregunta y mi rotunda respuesta, mis alumnos y alumnas, que son “lo más”, tiene otra pregunta esperando “profe, y eso como lo hago para no ser un pesado”.
Y es una pregunta que me encanta porque no tiene una única respuesta, si no que depende de cada caso, depende de cada empresa objeto de la “persecución” o mejor dicho depende de cada “persona a perseguir”.
Lo que está claro que esa “persecución” requiere mucha sutileza, no ir directo a diana, sino utilizar vías alternativas, propuestas diferentes e innovadoras, frente a las hechas anteriormente. Y requiere una cierta “gracia” en el contacto.
Hace años, no menos de 15 o 16, recuerdo una gran cadena del norte, con un jefe de compras algo particular, como la mayoría, y la cantidad de viajes, unos en avión más coche alquiler, y vuelta inmediata al aeropuerto, otros organizando rutas, con él como objetivo prioritario. Todavía hoy recuerdo su e-mail, consistente en una numeración, al que tantas veces había escrito con diferentes propuestas e informaciones de nuestros productos y su posicionamiento en el mercado.
También recuerdo a mi gerente diciéndome cada vez que volvía de un nuevo fracaso “Ramón déjalo ya, no le vas a vender, te ha cogido manía” y mi respuesta: “Valentín, por lo civil o por lo criminal pero, nos acaba comprando. No estoy dispuesto a perder casi 300 puntos de venta por nada del mundo”. Dicen que hoy eso se llama “resiliencia“, por aquel entonces nunca había oído esa palabrota tan fea.
Fue en el octavo viaje pero fue, si hubiese desistido, no hubiese sido nunca.
Así que tú decides, cuando y cuánto debes insistir y cuando no pero, miedo y vergüenza, jamás y rendirte menos todavía.